J. J. A. PERANDONES – La tolva
Se trata de una expresión jugosa, “es un lince”, y sirve para calificar la agudeza de una persona. Sin salir de las cercanías de Astorga, si caminas por sus puntos cardinales alguna vez te habrás encontrado con jabalíes, un zorro, unos ciervos, incluso, en mi caso, en la cañería de riego de la huerta, con una escurridiza comadreja, la cual, al discurrir el agua para los cultivos, se fugó y ya no la vi nunca más. ¡Cuidado que son hermosos la comadreja, el ciervo, el zorro…!, y hasta el jabalí aunque, al que observé por un coche golpeado en la cuneta de la carretera a Nistal, no aprecié en él más que un bulto cubierto de sebosas cerdas y desafiantes colmillos. Dicen algunos haber visto el lobo, incluso abrir la ventana y sentir que el silencio de la noche se lastima con su aullido quejumbroso. Ajeno nos es el lince, estos días de actualidad, pues un ganadero manchego, al entrar en su nave, vio que hospedaba sus tres crías. La estampa de estos cachorrillos, acurrucados entre la paja, como un ovillo de lana cardada, salteada con dos ojos verdes, despierta ternura. Preocupa el que sea un animal en peligro de extinción y nuestras autoridades junteras debían elegir un lugar de matorral, con conejos silvestres, su imprescindible alimento, para lo que llaman su ‘reintroducción”. Y Astorga, hacia Brazuelo, figuraba como paraje idóneo: linces somos, pero nos tendremos que conformar con tan sagaz expresión.