Juan José Alonso Perandones – La Tolva
Fue el taller del maestro, para las artes y oficios, la academia de aprendizaje. Leonardo da Vinci se inició como aprendiz en el taller de Andrea Verrocchio; Balenciaga, en el de su madre, la humilde costurera Martina Eizaguirre. Sin una fama tan proclamada, habitamos poblaciones con vecinos que se formaron en diversas actividades, como pinches, desde los 14 o 15 años, con regañinas del maestro, y que llegaron a desenvolver con habilidad extraordinaria un negocio propio. En nuestra ciudad y entorno, como signo de los tiempos, una riqueza artesanal, un trato humano confiado, va y va desapareciendo: de zapateros, sastres, tenderos, plateros…, y maestros de talleres. De los relacionados con la reparación de vehículos, sin las grandes concesionarias, en poco tiempo, llegada la jubilación, han cerrado la puerta cinco establecimientos. Todos ellos regidos por residentes que aprendieron su oficio desde la adolescencia, a fuerza de trabajar casi gratis, e ir escalando puestos más allá de barrer las dependencias. Paquito, de Mopisa, José y Víctor, de Jovi, Castro, en Celada, Cristóbal, en Brimeda, José Luis en calle La Encina. Perduran los letreros que muestran su gran versatilidad: grúa, chapa, pintura, mantenimiento, reparación vehículos históricos, taller eléctrico… Lástima que tanto oficio y maña artesana, con el valor añadido del reciclaje de piezas, se vayan achicando por falta de sustitutos.