SIN PASIÓN – Eduardo Sáez
Acaba de aprobarse en la Diputación una iniciativa para tratar de caminar hacia la segregación de la región leonesa. Todo muy constitucional, porque la Carta Magna del 78 en el famoso artículo 143 atribuye a las diputaciones provinciales el papel de impulsoras de la creación de una comunidad autónoma.
En algún momento he leído, con mucha razón, que la desafección a lo que representa Castilla y León en León y quizá también en otras zonas como Zamora (Salamanca menos) viene más que de un irredentismo telúrico, de la percepción de que estar en este tinglado de nueve provincias tan extenso como todo Portugal, ha sido un mal negocio. Con datos del INE, el PIB per cápita de León, está dos mil euros anuales por debajo del de Castilla y León. Valladolid, Burgos, Soria y Palencia tienen hasta seis mil euros cada una por encima de esos menos de 23.000 a que tocamos cada cazurro. Hace 40 años, León era la provincia más dinámica y con más renta por habitante de este territorio aunque para entonces ya empezaba a decaer respecto de Valladolid y Burgos. Y sin dividir entre los que somos, León estaba entre las 20 provincias que más producía de toda España a principios de los 80. Hoy es la 35º.
Por eso está bien lo hecho en Diputación. Pero es tarde. No queda nada que salvar.