SIN PASIÓN – Eduardo Sáez
Cuando escribo estas líneas, John Biden, acosado por la edad, la salud, su partido y sus donantes de campaña, anuncia que renuncia a la carrera por presentarse a la reelección a la presidencia de Estados Unidos. Aún no se sabe quién le sustituirá, pero si esta decisión no se hubiera producido, por el dominio del maletín nuclear norteamericano estarían compitiendo un tipo de 81 años (Biden) contra otro de 78 (Trump).
A partir de los años 60, la retórica occidental hablaba con desprecio de la URSS como una “gerontocracia” y ridiculizaba el avejentado aspecto de los jerarcas soviéticos ¿De verdad? Cuando en 1964 en una especie de “golpe interno”, Breznev sustituyó a Kruschov, el primero tenía 54 años y el segundo, 70. Cuando Breznev murió, tenía 76 años y le sucedió Andropov con 68. Dos años más tarde, con 70, también murió Andropov y Chernenko, su sucesor, tenía 75 años cuando asumió el timón y 76 cuando murió dejando paso a Gorbachov con 54 años.
Si los zares de la hoz y el martillo eran una gerontocracia ¿Cómo habría que llamar al sistema norteamericano, donde dos tipos en la frontera octogenaria miden fuerzas por tener a su disposición la capacidad de pulverizar el planeta? Pero también podemos hablar del Vaticano: el Papa actual fue promovido a la silla de San Pedro con 77 años y el anterior con 78 . Y es que hay veces, que con poca memoria que se tenga, las palabras pueden ser un bumerán.