SIN PASIÓN – Eduardo Sáez
Charles Lynch era un colono británico en Virginia que capitaneando una milicia local, pasó a la historia por las ejecuciones sumarias de gentes, a menudo sin juicio o incluso con juicios absolutorios. Fue tal su barbarie y su capacidad de aterrorizar a la población que desde el lejano final del siglo XVIII en el que vivió, su apellido ha dado lugar al término linchamiento, que se asocia a penas, normalmente jaleadas por el público, contra gentes, culpables o no, que a veces son meros chivos expiatorios
Y me he acordado de Lynch escuchando ciertas opiniones en estos días: unas sobre el asesino, parece que ya confeso, de un niño en un pueblo de Toledo y otras, del peregrino detenido bajo la acusación de ser el pirómano iniciador del fuego que calcinó 800 hectáreas en el entorno de Astorga.
En concreto, de este último he leído que desde la Junta piden que “caiga todo el peso de la ley sobre él”. Así se supone que será, pero ¿ya lo han juzgado los portavoces de la Junta? ¿Ya tienen la certidumbre de que fue él? ¿Ya saben en qué circunstancias se produjo el fuego? ¿Saben si fue deliberado o fortuito? Es precisamente quien tiene el monopolio de la fuerza, en este caso la Administración, quien tiene que apaciguar y no echar más gasolina al fuego de la opinión pública.