PIEDRA DE AFILAR – Enrique Ramos
Teniendo en cuenta que lo que se decide en la Casa Blanca y en otros centros de poder adyacentes me afecta a mi tanto como a muchos norteamericanos, un servidor debería poder registrarse y votar en las elecciones a la presidencia de EE.UU.
Entiendo que como al que esto firma, le pasa a buena parte de los ocho mil millones de personas que pueblan el mundo y eso ya nos daría un censo electoral absolutamente ingobernable.
En todo caso, y aunque no podamos influir en ellas, seguimos, incluso fuera de Estados Unidos la teatralizada carrera por la presidencia con una fruicción que a menudo no dedicamos a las elecciones en las que sí tenemos capacidad de influir en nuestro país, en nuestra comunidad autónoma o en nuestro ayuntamiento.
Cuando ganó Trump va a hacer ocho años, parecía la apocalipsis; fuera de los USA se vio aquello como una irresponsabilidad de los votantes que entregaban a un friki de pelazo y ademanes histriónicos el maletín nuclear. ¿Y qué pasó? Pues lo mismo que con los otros: guerras localizadas gestionadas por allá y por acullá para mantener viva la industria bélica que les financia; pero no más que con otros que parecían más educados y de formas más moderadas como el abuelete que le sucedió.