SIN PASIÓN – Eduardo Sáez
Advierto que no he visto la película El Brutalista porque me da una pereza enorme meterme cuatro horas en un cine, pero sí que la han visto gentes de mi entorno, con “división de opiniones”. Más allá de sus valores cinematográficos, la película, un falso biopic de un arquitecto judío, alumno de la Bauhaus, que sobrevive a los campos de concentración y construye una polémica carrera en EE.UU a partir de 1945, ha desatado una búsqueda de ejemplos de esa arquitectura llamada “brutalista” por las ciudades del mundo.
Solo en León he leído al menos dos piezas periodísticas en las que, advirtiendo que no hay muchos ejemplos de brutalismo (con lo que estaríamos ante una no-noticia), se traen “por los pelos” un puñado de edificios que los autores de los textos incluyen en ese gaseoso concepto.
También he leído piezas parecidas de ciudades de Galicia y de Asturias. Estaríamos ante esa pulsión infantil de “también yo”. Y si no, me lo invento. No tenemos brutalismo en León, pero hay una casa que se diseñó con un muro de hormigón sin revestir, o una fachada tachonada como un remedo contemporáneo de la Casa de los Picos segoviana y ya nos vale. El brutalismo que se nos da mejor es el periodístico.
