SIN PASIÓN – Eduardo Sáez
El Gobierno ha tenido que comprar acciones de Telefónica porque tenía miedo de que una empresa de telecomunicaciones saudí tomase una posición de dominio en esta firma que es estratégica en demasiados aspectos del interés nacional, verbigracia, Defensa.
Y esa maniobra, que parece contraria a las leyes de mercado, son lodos que vienen de polvos lejanos. A finales de los 90, el gobierno imbuido por un neotacherismo tardío, se puso como loco a vender empresas públicas. Las joyas de la abuela fueron puestas en la casa de empeños de la bolsa internacional y Telefónica, Endesa, Campsa, Tabacalera, fueron pasando a manos privadas. La milonga aquella del capitalismo popular fue aderezada con otra mentira: Europa nos obliga. Después resultó que aquellas empresas que habían de ser privadas por mandato bruselense, eran adquiridas por empresas participadas por estados como ha ocurrido con Endesa, hoy de la italiana semipública Enel.
Hoy el Estado, o sea, todos, ha perdido el control de esas firmas que están en poder de quienes compran sus acciones y tenemos que recomprarlas a precio púa porque si no, nos quedaremos con el culo al aire. La situación recuerda mucho a los compungidos herederos que acuden a la casa de empeños a rescatar las joyas de la abuela empeñadas por otro pariente pródigo.