Pasando el puerto – M. A. Macía
Muy pronto Astorga volverá a disfrutar del cine Velasco. La iniciativa -atrevida, osada, retadora- de Alejo Pérez permitirá que la calle Santiago Alonso Garrote recupere el olor a palomitas, las carrerinas cuando la sesión está a punto de comenzar y, ojalá, las aglomeraciones de espectadores ante los estrenos. En este momento de incertidumbre, de datos demográficos deprimentes, de crecimientos negativos es esperanzador recibir la noticia de inmediata reapertura de algo. De lo que sea. Y sobremanera de un cine. Porque los cines, como los bares, son lugares a los que acudir con frecuencia para dejarse llevar por los juegos de luces de las películas y las trampas de cada escena. Por el bullir de los espectadores que se confunden con clientes. El cine es la puerta a otra dimensión que evade de las rutinas y trasporta al espectador a los lugares y las vidas de los creadores. Aunque la actual tecnología nos ayude a convertir cada salón en un cine en realidad esta percepción es un doble engaño que se suma a la quimera de cada título. Nunca las casas serán cines por más que se hoy se proyecte en ellas más que Broadway. Con la reapertura del cine Velasco, la ciudad volverá a ser como siempre se recuerda. Y por esas grietas entrará el aire fresco.