Ricardo Magaz – La Espada y la Pluma
Es fácil reírte de un acontecimiento cristiano, seas creyente o no, porque sabes que ningún terrorista u otro tipo de criminal te va a degollar o te va a pegar un tiro en la nuca al grito de que su fe es inviolable y su divinidad única.
¿Dónde está el mérito de la parodia/mofa de la última cena del cuadro bíblico de Leonardo da Vinci en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París?
En la citada puesta en escena de la mesa de los doce “apóstoles”, un grupo de personas drag quenns, lideradas por un mamarracho semidesnudo, con un halo de santidad detrás de su cabeza, el cuerpo pintado de azul y guirnaldas de frutas, tal que Dionisio, el dios griego del vino, la juerga y los placeres de la carne, simulaban grotescos y divertidos una última cena alternativa.
¿Alternativa? ¿A que no tienen audacia, por no decir otra cosa, para hacer una evocación similar con algún acontecimiento, verbi gratia, del Islam?
Los organizadores de la ceremonia olímpica perdieron una gran oportunidad para mostrar al mundo lo mejor de su país; en su lugar, cayeron con la burla, en lo chabacano, en el escarnio y en la ofensa a millones de personas.
¿Y estos eran los que decían no hace mucho que África empezaba en los pirineos? Cualquier abrazafarolas puede hoy en día ser un “valiente provocador” a coste cero de consecuencias personales.