Pasando el puerto – M. A. Macía
El tiempo corre para todos. Ni los digitales se libran de cumplir años a pesar de su juvenil lozanía perpetua. Y así, a golpe de clic clic, sus cabecitas de silicio van sumando frescuras pues eso son en esencia sus pantallas trufadas de fotos, videos y sonidos diarios. Flores de un día, cuando no de unos minutos de rabiosa actualidad, que pronto se marchitan descendiendo al fondo de las pantallas hasta que algún Google traicionero las recupera. Astorga Digital celebra una década y los medios -compañeros somos y en el camino estamos- o bien hacen como que no se enteran o se enteran demasiado pues en las celebraciones, como en las desgracias, no suele haber punto medio. A nadie debería amargar que festejasen en la casa del vecino y menos que a nadie a El Faro Astorgano pues bien saben los digitales, todos, que su cumpleaños será pleno cuando aparezca publicado en sus páginas. Cuando dentro de siete o de setecientos años se rescate el dato acudiendo a su hemeroteca, más terrenal que los inciertos servidores entre maizales de Iowa. Será entonces cuando se valore el lujoso tesoro que supone disponer de periódico en la ciudad, como complemento analógico y equilibrio de lo digital. Como garante del recuerdo de la libertad; siempre que no sea demasiado tarde.