LA TOLVA – J.J.A. PERANDONES
Desde antiquísimos tiempos, en esta tierra contamos con una rica historia navideña, tanto religiosa como artística, confitera, pastoril y popular, la cual cada vez va cediendo más ante la parafernalia en torno a Papá Noel. Personaje este ajeno a nuestra costumbre hasta los pasados 70, años estos en que se inicia una mercadotecnia que irá calando en niños que serán padres y abuelos. Lo cierto es que hoy prima en adornos, postales, disfraces, regalos… Últimamente, hasta los villancicos son desplazados en vídeos, transmisiones institucionales y comerciales, por cualesquiera composiciones inglesas. Incluso el propio Ayuntamiento, estas Navidades, ha prescindido en el hall del ramo leonés, en favor de unas escuálidas figurillas de resplandor tintineante y un gigantesco Santa Claus, el cual, tan desafortunada es su presencia, que si llega a ser colocado, en su lugar, como es costumbre, el buzón real, lo vaciará cada noche y se tragará las cartas de los niños, para que no las reciban Sus Majestades, Melchor, Gaspar y Baltasar. Hay consuelo: en las calles, los parques y lontananzas, te curte estos días tras la Nochebuena un frío tan intenso, nebuloso y calmado, que la pródiga escarcha escala arracimada en cada rama deshojada. Y ya vayamos por el Jardinillo, la Sinagoga, la Eragudina, Melgar o Mayuelo, o nos adentremos por las veredas del río, auténtico, brillante, níveo, es el paisaje en esta Navidad.