SIN PASIÓN – Eduardo Sáez
En algún momento alguien pensó que decirlo en latín quedaba mejor y acuñó la expresión horror vacui para definir el miedo al vacío que en nuestro mundo preside desde determinadas expresiones de arte a los propios mundos de la comunicación, tan llenos de mensajes, paradójicamente tan vacíos.
Aunque el horror vacui como concepto que más me llama la atención es el de las administraciones respecto de lo que llaman el despoblamiento o más modernamente “España vaciada”. En algún momento escribí en esta misma columna (autocitarse es feo, ya lo sé) que la culpa de la despoblación es de los coches. La autonomía de movimiento ha dejado de encadenar nuestro lugar de residencia a nuestro lugar de trabajo y así, mi vecino del sexto piso de León vive de sus doscientas hectáreas que cada día o casi, va a cultivar al Páramo. Porque no se puede obligar a nadie a vivir donde no quiere
Pues algo que parece tan evidente, los señores que habitan las moquetas oficiales de León, Valladolid, Madrid o Bruselas, no lo entienden: hay que tener gente en los pueblos porque sí, porque lo digo yo; porque el horror vacui administrativo de gentes que solo conocen el campo en postal o en su retiro de turismo rural de fin de semana le explica a quienes desertan de la soledad que no lo hagan, que la gran ciudad es solo para ellos.