SIN PASIÓN – Eduardo Sáez
Esta semana está siendo noticia que el Gobierno ha dado carpetazo (“entierra” define acertadamente EL FARO) a un macroproyecto fotovoltaico que preveía hasta tres parques en Maragatería y Cepeda.
Frente a lo que ocurría hace unos años, cuando los proyectos de renovables salían adelante “por lo civil o por lo criminal”, que decía Luis Aragonés, la dinámica empieza a ralentizarse. Da la impresión de que las administraciones han dicho basta. Cada poco tiempo nos aparecen estadísticas que aseguran que en España la producción de electricidad está ya en el entorno del 60% procedente de energías renovables y se quiere que vaya a más,,, pero moderadamente.
Es como si la energía renovable, como todo lo que abrazamos con fervor de converso en este país, es otra burbuja que se va pinchando. Y es que nos parecen muy limpios un aerogenerador o una placa fotovoltaica pero en su elaboración se emplean cantidades ingentes de energía y de materias primas y aún más, su eliminación, al final de su vida útil, empieza a ser un problema porque están fabricados con productos de gestión complicada.
La obsesión por lo ecológico nos lleva a estas contradicciones: la fuente limpia, para llegar a serlo, pasa por un proceso sucio, que vuelve a serlo cuando deja de producir electricidad.