Marco A. Macía – Pasando el puerto
Así como medio en broma alguien dijo que cada vez que se convocaban elecciones se abría la línea del Oeste. Ayer comenzó una nueva campaña y, consecuentemente, ya ha sido anunciada otra reapertura más del trazado transversal también conocido como Vía de la Plata. En otro salto al vacío, en esta ocasión, el anuncio ha venido acompañado con amenaza de dotación presupuestaria para la previsión de costes del estudio previo de viabilidad, que viene a ser como asociarte a Decathlon para mirar un chándal antes de apuntarte al gimnasio. Y es una pena que esta buena noticia suscite más recelos que apoyos. Porque este vertebrador trazado agrupa todos los beneficios que debe cumplir el transporte de mercancías y personas en ese mundo ideal donde todos acabaremos más pronto que tarde: no depende de centralismos, comunica norte y sur, articula la península, regenera zonas devastadas y nos acerca a Portugal. Desde finales del siglo XIX cumple con detalle los mismo objetivos que justifican inversiones millonarias en el corredor mediterráneo y atlántico. Allí, a veces, tienen que inventarlos, pero en la línea del Oeste no es ni tan siquiera necesario. Lamentablemente todas las ilusiones se esfuman, como errante humo de locomotora, cuando se conocen las cifras, los costes y la santa realidad del país más allá del periodo electoral. Cuando el andén se queda vacío y sin gente.