Pasando el puerto – M. A. Macía
Quienes saben de las cosas que no conoce casi nadie afirman que esto se nos está yendo de las manos. Que hace falta una riada de sosiego, una inundación de tranquilidad de esa que llaman a manta cuando se abren las rejas de la acequia y cubren el terreno palmo y mitad. Que no tiene razón de ser que se respiren tensiones tan innecesarias y destructivas protagonizadas por personalismos tan marcados y excluyentes en una nueva conjugación del conmigo o contra mí. La convivencia social capaz de tejer apoyos para que proyectos imposibles salieran adelante se nos está derritiendo al calor de palabras airadas y miradas de corto recorrido, de esas que no quitan ojo al ombligo. Y en su hervor líquido arrastran lo que tengan por delante importando bien poco el esfuerzo que supuso crearlas. Se nos olvida que el gobierno es una goma elástica de tensión limitada antes de romper y dañar a quien tanto quiso estirarla. Se están haciendo muchas cosas y muy bien, pero con tanto ruido se compromete su validez. Quizá sea necesario, además de sosegarse, explicar más el proyecto y compartir el destino. Sorprendería comprobar que los objetivos son unánimes: una ciudad en avance, despierta, respetuosa con su pasado y ambiciosa con su futuro. A ello, diantres.
