Marco A. Macía – Pasando el Puerto
Por otra de esas paradojas de la gestión, los recursos y su destino Astorga pierde la capitalidad de la torrija que alguna vez ostentó. Para el presupuesto municipal es una pérdida dulce con toques de canela que, según dicen, tiene regusto de ahorro y de mirar por lo que hay por ser el dinero un bien escaso para según qué cosas. Pero, por el contrario, es amargo para los golosones del pan duro sumergido en leche que son legión. La torrija es un platillo que convierte en excelsa la simpleza de lo sobrante con la exclusiva intervención del aceite y un hilín de miel o azúcar por lo alto. Con las torrijas, como con casi todo, ya se sabe: unos las cocinan y otros se las comen. Y en esta capitalidad que otorgaba ser sede de un campeonato, las torrijas se las comían los que las hacían convirtiendo al concurso en una justa redistribución del esfuerzo y su recompensa. Pero todo se acaba. Ahora el que quiera torrijas tendrá que prepararlas en su casa o cortejar la encimera de los que tienen buena mano para este asunto sirviendo en bandeja de cristal a la misma Semana Santa en formato masticable. Astorga no será capital torrijera aunque, dicho sea de paso, torrijas hay bastantes. Por todos lados. Algunas incluso mucho más allá de su temporada natural.