J.J.A. PERANDONES -La tolva
Los jóvenes no han conocido cómo en San Andrés y Rectivía, los labradores, que eran numerosos, cultivaban el campo auxiliados de antiguos aperos, y remolques, tirados por caballerías. El tractor desterró las yuntas, los machos y los caballos, y tras las carretales se habilitó espacio para el nuevo motor; tal ha sido su evolución que su ‘tripuntal’ aloja los más sofisticados aparejos, incluso van dotados de tecnología digital. Viejos labradores, otros que compatibilizan el trabajo operario con el cultivo de fincas heredadas, y algunos jóvenes, hacen posible que una buena parte del campo de Astorga y de sus comarcas lindantes no se vea invadido por la maleza. Cuentan con ayudas europeas, muy diversas, y según cultivos: las asociadas, las de desarrollo rural, y dentro de estas las medioambientales…; gestionadas por la Sección Agraria Comarcal, sita en edificio próximo al Mirador, y que hoy luce, al haber sido remozado, decoroso. Las limitaciones ecológicas, los costos de producción, la farragosa burocracia, han incendiado a nuestros labriegos y a los demás europeos, los cuales, como enseña, blanden, un día sí y otro también, su tractor ante parlamentos y sedes de gobierno. Su supervivencia es nuestro alimento, y también el que esta tierra no termine siendo un absoluto baldío de placas solares, de molinos de viento, y aún más de miles de toneladas de desechos enterrados o manipulados al puro viento.