Pasando el puerto – M. A. Macía
Seguro que todo ha sido un embrollo. De cajones impresos, eso sí. Pero sólo un lío. El descubrimiento de los folletos para promoción turística de la ciudad ha debido nacer de un malentendido tras las sesudas reuniones de coordinación para el traspaso ordenado del poder en las diferentes concejalías.
A quién se le ocurre pensar que la relevante actividad del turismo en la ciudad, de la que comen un buen número de astorganos, depende del parecer del grupo dominante en cada legislatura y no de una estrategia definida, duradera y coordinada para lograr objetivos ambiciosos, impresa en folletos y actuaciones promocionales a largo plazo.
A quién se le puede pasar por la imaginación que la imagen de marca, la creación del producto y la definición del destino turístico de la ciudad puede quedar al criterio cuatrianual -o no tanto- de un concejal voluntarioso.
Los folletos esperaban su momento en la estrategia de promoción de la ciudad y simplemente alguien debió olvidar citarlos. Como es sabido los logros turísticos, como todos los logros, sólo se consiguen con cabeza, apuntando en la misma dirección durante años, consolidando la oferta, subrayando su atractivo, diferenciándose del resto, repitiendo el mismo mensaje sin bandazos que diluyan el destino. Y así se está haciendo, ¿no?