Pasando el puerto – Marco A. Macía
Por fin llegó la época en la que Astorga y La Bañeza miran en la misma dirección. Tras demasiados años mirándose de soslayo, cuando no a cara de perro o directamente ni mirándose, han decidido unir sus esfuerzos sin restar autonomía a sus decisiones para ir a favor del interés ciudadano, que así se pronuncia el arte de ofrecer recursos conjuntos para beneficio de todos. Hoy será un autobús para acudir al teatro, como antes trabajar estratégicamente por el ferrocarril de la Plata o reunirse para colaborar en aquello que alarga mi brazo cuando solo no alcanzo. Tan evidente, tan a favor de obra y de sentido común que sorprende. Como vivimos en este turbio limbo de incoherencias, donde la desigualdad entre territorios es progresista, donde asumimos que lo público vive en un mundo paralelo construido con burocracias, hay que pellizcarse con sorpresa al descubrir este orgasmo de coherencia. La sociedad real, la formada por personas, por empresas, por todos los que se baten el cobre para salir adelante, saben que la forma de trabajar pasa por establecer acuerdos para beneficio mutuo. Astorga y La Bañeza, y viceversa, también han caído del guindo al descubrir que la suma de dos pequeños forma un gigante. Y los gigantes llegan más lejos. Nunca por casualidad.