J.J.A.PERANDONES – La tolva
Se disputan las cadenas los televidentes para las doce campanadas con las que se finiquitan y se abren los años. Y en su emisión uno encuentra varias opciones: desde la puesta en escena clásica, a la costura lactosa y las ocurrencias (alguna de ellas, como amuleto individual de inspiración religiosa, prescindible). Las dos últimas despiertan admiradores y detractores, y un corolario de opiniones, con las que se entretiene al personal como si de un pugilato se tratase. En la retransmisión del uvero festín, el protagonista, el valiosísimo reloj de la Real Casa de Correos, carece, vez tras vez, de historia y de autor. Para la Reina Castiza la inauguración de este reloj, donado por el cabreirés de Iruela, Rodríguez Losada, fue una de las últimas satisfacciones, dos años antes de que la Revolución de 1868 la enviara al exilio. En aquel entonces la Puerta del Sol había sido remodelada según pauta de las casas de Santiago Cordero y en las calles del entorno se solazaban maragatos para inspiración de dibujantes como Gustavo Doré. En 158 años no ha tenido tiempo el Ayuntamiento de la Villa y Corte de reconocer a quien tanta aceptación popular sigue concitando, año tras año, en los madrileños, en millones de españoles. Para Losada, ni una calle, ni una estatua, como la de “Mariblanca”, “El oso y el madroño”, o la de “Carlos III”. Y, por si fuera poco desdén, los presentadores televisivos, cada Nochevieja, están a por uvas.