La Tolva – Juan José Alonso Perandones
Aquel 12 de marzo del 86, día de votación sobre la OTAN, bien de madrugada, la expedición, integrada por el concejal Daniel Gallego, Agustín Lera, de la Agraria, el oficial José Manuel y otros jardineros, se encaminó hacia La Baña. Guiados por el hijo del Carrilano, Juan Carlos Martínez, llegaron, por la montaña boscosa, al paraje, excepcional, donde crecen los tejos, entre avellanos y abedules. Tuvieron que portar los 15 tejos extraídos, al hombro, durante más de 2 km, para retornar al viejo Land Rover municipal; los dos mejores se plantaron al día siguiente en el nuevo parque, el del Aljibe, cuyas obras, en el solar del antiguo cuartel facilitado por el Cabildo a la Guardia Civil, estábamos finalizando. De prender, necesitarían lustros para rivalizar con el porte del viejo nogal, salvado del derribo, junto al muro de arcos, tres años antes. Merecieron gran acogida al tratarse de árboles milenarios, con trascendencia para astures, romanos y cristianos. Y lucían con su gran copa y carnosos arilos, hasta el jueves, 16, día en que por orden concejil fueron macheteados; tan afeitados, que ni a ser esqueletos alcanzan. Aún peor suerte han corrido, hace días, los 8 arces plantados este febrero, en sustitución de lombardos fenecidos, ante el antiguo instituto. Por idéntica orden concejil que en enero del 16 conllevó la arrancada, en El Melgar, de los 29 tilos de la pérgola arbórea. Parece que no será el último festín.