La Tolva – Juan José Alonso Perandones
Desde 1890 a la guerra del 36, prendió en la ciudad la querencia por una arquitectura industrial y doméstica, exquisitas. Fuere por el estímulo de ese palacio episcopal al que se adentraba por un pórtico en abanico y se alzaba con grandes vanos góticos, bien debido a la influencia modernista (aquí cultivada en la pintura y revistas literarias), se construyeron una serie de edificios rematados con ménsulas, forja, estucos y esgrafiados, de gusto vegetal, geométrico o mitológico. Un grupo de arquitectos jóvenes, que diseñarían para Madrid y otras capitales obras de excelencia patrimonial, recibieron de chocolateros, comerciantes…, el encargo de redactar los proyectos con que levantar sus fábricas, y viviendas con almacén o tienda. Tales como Palacios, con la casa Granell, Eznarriaga, la de Juan Panero en la Plaza y el palacete de Magín Rubio, Cárdenas con el Gullón, el ingeniero Matinot, la Casa del Mejicano (según apunta Agustín Álvarez), Guisasola con el nuevo casino… Y sin tanta nombradía, un buen número de edificios coetáneos, algunos sin restaurar, de opaca belleza por la pátina del tiempo, perviven dentro y fuera del recinto amurallado. Fueron materializados por grandes maestros de obras, autores en ocasiones del propio diseño, como Policarpo Arias, Pascual Álvarez, Pedro Cuesta, Luis Nistal… Y, admírense, fachadas tan bellas, en su revoco u ornamento, con materiales tan comunes como la arena y la cal.