Decenas de personas se sumaban este pasado sábado, en la Plaza Mayor de Astorga, a una nueva concentración contra la planta de lodos de Piedralba. Aunque no fue, de todas las convocadas hasta ahora, la más multitudinaria, sí fue la más llamativa porque en ella se representó la muerte de La Maragatería. No faltó el féretro, la doliente viuda, coronas de flores, pétalos y velas que fueron depositando los asistentes para dejar constancia de que la «comarca se muere, la están matando, esto es lo que puede ocurrir si no le ponemos remedio».
Aunque en esta ocasión no había manifiesto, la presidenta de la Junta Vecinal de Piedralba, Amor Couso, tomó el micrófono -alentada con gritos de ‘Amor, no estás sola’- para recordar que el proyecto de la planta de lodos está plagado de irregularidades, mientras sigue en trámites legales y las autoridades miran para otro lado. Couso alertó sobre la posibilidad de que se instale una planta de biogás también en la zona y denunció que «parece que quieren hacer un polígono industrial de tratamiento de mierda en nuestra comarca. Ya están hablando con propietarios de fincas de Piedralba y Val de San Lorenzo», afirmó.
Couso aseguró que «desde Europa se tiene un plan de 700 plantas de biogás y de biometano para España, con un presupuesto de 12.000 millones de euros. Nosotros no importamos, por eso es fundamental que actuemos y nos defendamos de forma cohesionada».
La presidenta explicó que la comarca es rica en gastronomía, patrimonio, tenemos el Camino de Santiago pero «¿para qué nos va a servir si los que dicen que nos representan no paran de mirar hacia otro lado?». Incidió además en el olor que la planta provocará en Astorga y toda la comarca y, aunque agradeció la presencia de los asistentes, criticó que no hubiera más gente en la concentración. «¿Dónde está el resto? O no les importa o no saben lo que vienen y tenemos muy cerca el ejemplo de La Bañeza que con una Azucarera todo el mundo canta ‘La Bañeza huele mal’, pues dentro de poco esa canción se transformará en ‘Astorga huele mal’ hasta el punto de que nadie querrá venir a la ciudad de turismo, ni comprar productos ni consumir su gastronomía porque se preguntarán qué calidad puede tener lo que ofrecen con una ciudad que huele tan mal».