Pasando el puerto – Marco A. Macía
Desde un tiempo a esta parte cada mañana, nada mas abrir los ojos, me hago la misma pregunta ¿cómo habrá pasado la noche Puigdemont? Es imposible no sentir complicidad con los pesares de este hombre obligado, por lo que sea, a dormir en una nación tan lejana a la ideal que, con certeza, recrea en su mente. Los que pasamos gran parte de la vida fuera de la tierra propia nos entendemos. No hay mejor alimento para la nostalgia que poner cientos de kilómetros entre los días azules de la cuna natal y el gris plomizo del cielo extraño. Aplicando distancias maduran las idealizaciones como fermento nostálgico para redondear las aristas cortantes que inevitablemente perviven afiladas en tu tierra, aunque no sepas verlo. Con kilómetros se redondean y suavizan las realidades y hasta se crea la falsa esperanza de que todo es más sencillo, que las personas son mejores, que tus ideales son compartidos. La falsa esperanza de que en tu ausencia nada ha cambiado. Pero la realidad, amigos, nunca se ausenta y flota cabezona. Y todo, también Astorga, está en movimiento. Para identificar hacia dónde va ese movimiento es vital no desconectarse. Y los astorganos, a diferencia del aislado Puigdemont, disponen de una riquísima oferta periodística, con El Faro Astorgano como mascarón de proa en estas tierras de secano.