La presencia de la obra de Tranche en la hostería Cuca la Vaina obedece a una doble razón. De un lado, se trata de uno de los artistas invitados para conmemorar el XXX aniversario de la entidad; y, de otra parte, la exposición es también un homenaje al pintor, ya fallecido, Rosendo García Ramos “Sendo”, copropietario de la hostería y con el mantuvo una relación de amistad y compartió la misma pasión por el arte.
Esteban Tranche (Armunia, 1944) es uno de los artistas plásticos más destacados de la comunidad autónoma de Castilla y León. Se formó técnicamente en la Escuela Superior de Bellas Artes San Jorge de Barcelona y posteriormente en la Academia de Venecia. Su obra forma parte de la colección, entre otros, del Centro de Arte Reina Sofía y del Museo del Deporte de Lausanne (Suiza). Ha participado en diversas ocasiones en la Feria de Arco y la Basel Art.
Sus cuadros han estado expuestos en salas de León, Valladolid, Madrid, Santander y Asturias, entre otras ciudades españolas. Fuera de España, su obra ha visitado galerías de Italia, Noruega, Suiza, Estados Unidos, Argentina, México.
Artista figurativo, tiene una personal manera de expresarse en el lienzo, jugando con la línea, el espacio, el movimiento y el color. Pinta del natural lo que observan sus ojos, dibuja su mano en la pequeña libreta que lo acompaña y transforma luego en los lienzos las figuras bidimensionales. Corrige, adapta, quita y pone. Y le regala los colores que le salen del alma de artista.
La figura humana, señala el profesor Javier Hernando, tiene en buena parte de su obra “un nuevo protagonismo y ocupan todo el espacio pictórico”. Son, añade, “más anónimos y raramente tienen definidos los rasgos del rostro”.
Nació en el pueblo de Armunia, pedanía de la capital leonesa, el lugar donde regresa años. Donde mejor le llega la inspiración como artista que siente el apego a los recuerdos de infancia y adolescencia. Aquí ha realizado la mayor parte de sus obras pictóricas y ha realizado algunas de sus incursiones como escultor.
Desde los ventanales de su estudio divisa un horizonte vida que se mueve y cambia de formas y colores. Este escenario le ha guiado en muchas ocasiones “la mano con la parte del cerebro encargada de filtrar las emociones”, en palabras de Daniel Villaverde. El resultado, son sus cuadros como “representación de las angustias cotidianas”.