J.J.A. PERANDONES – La tolva
Desde aquellos folletos en color de los cinco cines a hoy en día, miles y miles han pasado ante nuestros ojos y muchos han terminado en la basura, pero no todos. Importan, pues acopian una información que los medios no llegan a detallar. El jueves 29 fue recordado el sacerdote, profesor, escritor, una de las plumas señeras de Astorga, Esteban Carro Celada.
En verdad el tiempo vuela, hace 50 años, cuando ocurrió el fatal accidente, para él y su sobrina, cuantos hacíamos pinitos en la escritura, en el instituto o los periódicos locales, sentimos la pérdida de un referente humano y literario. Para atestiguar su obra y época han sido publicados varios ensayos, entre ellos el de Miguel Ángel González, acerca del archivo, que conserva, de pequeños folletos de la vida local y diocesana.
No son algo baladí, porque como me documentaba mi amigo José Salas, en el que repartíamos sobre la obra que representaríamos en El Diocesano, el día de San Esteban del 71, “El Auto de la Compadecida”, no constaba el ‘depósito legal’, por lo que Esteban Carro —bajo su indicación habíamos elegido tal obra—, nos avisó alarmado de las posibles consecuencias.
Era un folleto inofensivo, como su comentario en la radio por el que le depuraron de su puesto de director. En aquella advertencia suya se encierra toda una época, y en los folletos nuestro variado acontecer. A saber si los de este tiempo, alojados en ‘la nube’, se esfumarán.