PIEDRA DE AFILAR – Enrique Ramos
Pocos días hay que no sienta un profundo asco por el oficio que practico. Imagino que a todo el mundo le pasará con el suyo. Afortunadamente, entre hez y hez, también aparece alguna prez y eso es lo que nos hace seguir atados a la tecla.
En esta semana, una de esas inmundicias que han conseguido que los periodistas seamos uno de los colectivos con menos credibilidad de España, ha conseguido revolverme un estómago que yo creía ya a prueba de ácido industrial.
Una joven de Astorga, supuestamente implicada en un asunto truculento en Zaragoza, ha sido objeto de publicación con su foto, su nombre completo e incluso con una imagen del bebé al que, según estas informaciones, arrojó a un contenedor. Ha aparecido en periódicos provinciales que cuando hablan de gentes de mejor cuna y más dinero, se tientan la ropa con iniciales, con nombre sin apellidos y sobre todo, con una cascada de vaselina en forma de la palabra presunción multirrepetida.
Solo he podido acordarme de aquel pasaje del Quijote cuando Sancho Panza clamaba ante su señor malherido tras arremeter contra los disciplinantes diciendo ¡Oh, humilde con los soberbios y arrogante con los humildes! Tales bichos somos la prensa: gallos con los desvalidos y conejos con los poderosos.