J.J.A PERANDONES -La tolva
En la ciudad, anclada, por estribor de popa la clerecía conserva notables monumentos, hospitalario, catedralicio y palaciego, mientras que a babor, del marquesado ni ruina queda. Testimonian su medieval castillo dos dibujos de la fachada principal, el primero, pintado por Parcerisa en 1855, y por Avendaño, en plena demolición, 17 años después. El Ayuntamiento, que compró la extensa propiedad en 1868, se planteó conservar la portada de esta joya arquitectónica y embellecerla con un entorno ajardinado, pero, finalmente, derruidas fueron sus torres, el escudo de los Osorio, con los lobos pasantes, su coronación con las tres veneras santiaguistas, y cuanta piedra se aposentaba en otra piedra. En pie quedaron las distantes paneras, habilitadas como Teatro Viejo, pero en 1887 también sucumbieron para alzar en su solar la temporal cárcel del Partido. Es la finca del marquesado una gran planicie, hasta bien entrado el patio del seminario, en la que se han levantado una plaza de toros, centros docentes, sedes judiciales y policiales, hogar, oficina de empleo y sindical… Fue bautizada como plaza del Juego de Cañas, nominación que conserva la calle abierta en su costado oriental, como recuerdo de aquellos lances incruentos, con destrezas ecuestres, que los caballeros ofrecían para encantamiento del público. Casi vaciado el callejero de ancestrales nombres, una suerte el conservar este, de tanto poderío histórico e imaginativo.