La Catedral de Valladolid acogerá del 12 de noviembre y hasta el 2 de marzo de próximo año la exposición ‘Gregorio Fernández y Martínez Montañés: El arte nuevo de hacer imágenes’, promovida y respaldada por la Junta de Castilla y León y organizada por la Fundación Las Edades del Hombre.
El cartel de la muestra lo protagonizan dos figuras escultóricas: una procedente de la gubia de Gregorio Fernández y la otra del hacer de Juan Martínez Montañés. Ambos son exponentes y baluartes de las Escuelas Castellana y Andaluza de escultura, emergentes a través de su impulso en el siglo XVII.
El Ecce Homo de Fernández y San Jerónimo Penitente de Montañés -costado con costado, pero integrados a su vez- muestran la plenitud de la talla más allá de la estética, con una simbología venida a través de la confrontación de obras, técnicas y personalidades para mostrar una fusión del carisma de ambos maestros, mediante la espiritualidad, de la plasmación de lo sagrado en madera.
La exposición adquiere como subtítulo ‘El arte nuevo de hacer imágenes’, puesto que son precisamente Gregorio Fernández y Juan Martínez Montañés los precursores que marcan el paso de un nuevo estilo artístico que se va asentando en la época y al que le imprimen su propio carácter, marcado por una brillante calidad artística, pero sobre todo por su reforzada profundidad devocional. Ese nuevo arte es el Barroco que se manifiesta en escultura, pintura, arquitectura o literatura, y que los protagonistas de la exposición se encargan de elevar hasta una trascendencia particular que hoy en día, cuatro siglos después, es referencia para la Historia del Arte universal.
La muestra contará con importantes piezas de ambos imagineros procedentes del patrimonio castellano y leonés, a las que se sumará el ‘San Bruno’ del imaginero sevillano que la Junta de Andalucía trasladará desde el Museo de Bellas Artes de Sevilla, tal y como confirmó la consejera de Cultura andaluza, Patricia del Pozo, al consejero de Cultura, Turismo y Deporte de Castilla y León, Gonzalo Santonja, en la reunión que ambos mantuvieron recientemente.
Entre las piezas que se podrán disfrutar en esta muestra, destaca la Purísima Concepción, obra de Gregorio Fernández -realizada hacia 1626-, y que ha sido cedida por la Catedral de Astorga para esta exposición. Alfonso Mejía de Tovar, obispo de la diócesis de Astorga de 1616 a 1636 llevó a cabo una serie de importantes transformaciones en la seo astorgana tales como la instalación, a su propia costa, de tres retablos dedicados respectivamente a la Virgen de la Majestad, Santa Teresa de Jesús y la Inmaculada Concepción.
La talla que preside el retablo de la Inmaculada, también costeada por el obispo, fue elaborada por Gregorio Fernández y hay constancia de que la misma ya estaba terminada para 1626, pues el 25 de abril de ese año la imagen procesionó desde las casas del obispo hasta la catedral para la celebración, al día siguiente, del juramento y voto de defensa de la Inmaculada.
La imagen, de bulto redondo y con una altura de 1,90 metros sin incluir la peana, posee un rostro juvenil marcado por una expresión relajada y serena, esto último acentuado por unos párpados casi cerrados, motivo por el que los ojos, realizados en cristal, apenas resultan visibles, destacando a su vez un cabello largo y ondulado el cual cae sobre los hombros y la espalda. Fiel al resto de Inmaculadas de Fernández, la de Astorga muestra una disposición totalmente frontal y hierática no solo en la pose (brazos flexionados y manos juntas en actitud orante), sino también en los ropajes, caracterizados por su simetría y por seguir un esquema de pliegues angulosos con un patrón en zigzag en la base. La Virgen luce túnica blanca con cenefa rosada en las mangas y decorada toda ella con motivos florales, destacando en la cintura un cíngulo carmesí rematado por un vistoso lazo con flecos. El manto, en cuya parte posterior sobresale un nudo de gran tamaño, es de color azul y se ornamenta con estrellas doradas de bronce, luciendo un ribete de encaje natural. La Inmaculada aparece pisando un dragón en el que resaltan la boca abierta mostrando unos dientes afilados, las alas desplegadas y la cola retorcida. Detrás de él asoman las puntas de una media luna plateada, estando todo el conjunto sobre un escabel con volutas en los extremos. La Virgen, rodeada por una gran ráfaga de orfebrería desde los pies hasta el cuello, porta una corona sobre su cabeza, la cual se halla circundada a su vez por una aureola estrellada de latón.
La Purísima de Fernández conservada en la Catedral de Astorga está considerada como probablemente una de las obras inmaculistas más logradas del escultor, en la que se aprecia el estilo impuesto por él a la hora de representar esta iconografía.