LAS TORCAS – Isidro MARTÍNEZ
―¡Confiesa!
¡Soy adicto!
―¿A qué droga?
¡A la perfección! Me infeccioné en Astorga.
―Entonces, ¿eres albañil?
No. Soy visualizador de errores de belleza.
―Es decir…
Jubilado.
Tras el interrogatorio, llega la información:
- Farola se apaga en la calle El Tejo
- Entrada del polideportivo con árbol grueso, el agua mana del enganche de un aspersor.
- Farola doble se hace intermitente en calle Carmen esquina al Seminario.
- Dos señales de prohibido aparcar, detrás del polideportivo, dan grima y pena.
- En el mismo lugar, un palé y un cono rojo disimulan, y advierten, de una tapa telefónica desgarrada desde hace un año.
- El semáforo de entrada al barrio de Santa Clara se piensa un minuto largo ponerse verde. El tráfico fluye por la N-6 y muy poco del otro lado.
- En la carretera de acceso a la ciudad, antes del puente del río, varias señales de tráfico no informan, dan pena.
―¡Vale, vale! Es suficiente…
¡Pero si tengo más!
―Déjelo para otra semana. El departamento municipal de embellecimiento del mobiliario urbano arbitra tarea suficiente para un par de semanas, además de su trabajo ordinario.
Solo era por ayudar…
―Lo imagino, señor. Respire, y otro día continuamos repasando el alicatado de la ciudad, que está cada vez más guapa, ¿o no?
Lo denunciaron el otro día aquí: calle Santa Lucía, entre otras peatonales, suele servir para hacer más corto el trayecto de conductores con prisa, sin escrúpulos o sin miedo a la multa, porque por allí nunca aparece la autoridad.
Curiosidad: la señal que impide el paso en la citada rúa también exige que los vehículos de carga ―con horario limitado― y cochera ahí deben rodar al paso de un hombre por ese lugar. Pocas señales quedan con tanta prosodia.
Los vecinos del centro echan cada noche basura orgánica, papel, envases y lo que haga falta en el contenedor de quita y pon. En mi barrio llevamos más de diez años seleccionando la basura en recipientes para cada uso, incluso aceite usado. Alguien, leo en algún sitio, ha tenido la feliz idea de hacer una campaña de concienciación. ¿Ah, sí? ¡Con lo cómodo que resulta echar la bolsa, de lo que sea, en el único contenedor móvil!
Ni por azar. Ni por casualidad. Ni por estadística. Todo lo que hizo la anterior Corporación municipal es negativo, estaba mal programado, mal ejecutado, era caro y además una m. Amén. Ya verás, hermano, lo que dicen de lo tuyo dentro de tres años y medio.
Regresa el ascensor a la Muralla. Se retoma la idea, pero doblamos apuesta. Ascensor en el Postigo, con senda peatonal desde la rotonda y elevador en la esquina. Ascender del nivel de la Eragudina al de la Sinagoga.
En la escalera de calle Bastión, existe espacio para un segundo ascensor porque los mayores del cada vez más poblado barrio sin nombre tendrán idéntico derecho. Digo yo.
Nos llevamos tan bien con el Ayuntamiento de La Bañeza que vamos a instalar cámaras en las calles para vigilar el tráfico como ellos. Allí, cinco cámaras en los accesos a la ciudad multan, mayormente, a los bañezanos, usuarios asiduos de esas vías. Pero copiar es más fácil que imaginar y con más razón llevándose bien.
En estos tiempos de rutas turísticas todavía quedan algunas ideas por desarrollar. Por ejemplo: ruta de las cigüeñas madrugadoras. En Castrillo de las Piedras, no menos de seis postes eléctricos tienen nidos con aves dentro. Al final del estío, con cigoñinos en crecimiento, el parque faunístico puede albergar una veintena de pájaros solo en esta población.
La ruta de las cigüeñas puede proseguir por las torres de las iglesias, en Toral y la contorna, sin olvidar el nido en cerámica abandonada de Astorga y hasta en la nave que nunca fue de Papelera Astorgana, cercana a la autovía, ahora con aves. La propuesta está abierta a incluir otros muchos pueblos con zancudas, nidos y machaqueo de picos blancos y largos.
El bar de pueblo es vital en cada localidad, como algunos creen con fe. Pero con el censo en absoluta decadencia mantener un establecimiento abierto es un milagro, una osadía o una quiebra en pocos meses.
También existen otros que resisten, que ingresan y que están contentos. Pero son la excepción. Alguna administración pública debería ayudar, imaginar apoyos para que los vecinos, por lo general mayores, no pierdan un lugar para conversar.
La cuestión nos viene por los detalles: al menos dos cabeceras de municipio de la comarca, San Cristóbal de la Polantera y Santa María de la Isla ya no disponen en la actualidad de bar.
Y dos: en algunos pueblos, la junta vecinal rehabilita el lugar tradicional de reunión, le acopla un par de máquinas expendedoras automáticas, varias mesas para naipes o charlas y ya está el bar… sin nadie que lo atienda.
Y en días, Piñata.