Pasando el puerto – M. A. Macía
El periodismo es un instrumento esencial en la democracia. Con las únicas herramientas de la transparencia y la verdad corrige los excesos que inevitablemente conlleva el ejercicio del poder. El periodismo garantiza libertad e igualdad de derechos y, consecuentemente, sufre los ataques de quienes pretenden desequilibrar la tensión de fuerzas que define nuestras sociedades. Conforme nuestra democracia fue cumpliendo años, y se comprobó la plasticidad y aguante de la población, el periodismo fue el primero en caer. El primero que dobló la rodilla por esa innata manía de los periodistas de comer cada día, sustentada por estructuras de empresas que, como todas, pretenden ser rentables y sino ganar, al menos tampoco perder. El periodismo sustituyó la verdad por la figuración, la transparencia por el interés. Y el tinglado se alejó de la sociedad común a la que servía. Por eso hoy malvive en paralelo a la gente y en los periódicos se publican cosas que no siempre interesan. Por eso en los medios se respira con desconcierto y bajo innumerables presiones. Por eso la verdad ha dejado de ser interesante y se muestra poliédrica y arisca. Por eso la interpretación en el cuerpo de los titulares, incluso los locales tan inmediatos, no se corresponden con lo ocurrido. Por eso no se venden periódicos.