Pasando el puerto – M. A. Macía
El phishing -que se pronuncia suplantación de la identidad- es un delito feo y malsonante. Hacerse pasar por otro, incluso por el Ayuntamiento de Astorga, se convierte en una broma sorda que puede desconcertar al crédulo y restar credibilidad al suplantado porque siempre tendemos a pensar que el delito pretende el mal y se ejecuta con fines ilícitos. Imaginamos una mano digital y mala que busca meterse en nuestro bolsillo para robar lo que pille. Pero, si por una de esas bromas del destino, el fraude se ejecutase para generar ilusión y repartir alegría como Riancho repartía castañas quizá haya quien lo aplauda. Si por un momento la suplantación de identidad fuera para comunicar, por ejemplo, que los Reyes Magos visitarán las casas repartiendo décimos de lotería premiados, o un puestín en lo público, o un jamón bueno por vecino o, qué se yo, por un alarde de suplantación una factoría de la Ford o la apertura del metro en Astorga o una cátedra para Elon Musk en el seminario, el phishing se aplaudía como los campos agradecen las lluvias de mayo. Todo es cuestión de ilusión y perspectiva. En todo caso, el Ayuntamiento ya ha trasladado la alerta para que abramos el ojo y no los correos con su aparente firma. Para que creamos un poco menos en ellos y forjemos la desconfianza, como forma de organización de la vida de cada cual.